viernes, 17 de octubre de 2008

capitulo 1

1
Ese lunes me levante con dolor de cabeza, hacia varios días que venía durmiendo mal, me vestí con un pantalón de Jean y un pulóver marrón, me lave los dientes y me prepare un café.
Prendí el televisor y mientras tomaba el café mire el noticiero. Por la ventana se veía el cielo que se iba aclarando. Un choque entre un auto y un colectivo, Boca ganó de nuevo. Lo apague, me puse la campera y salí.
Carlos, mi vecino, estaba paseando a su perro y me saludo con la mano en alto, lo salude y seguí caminando hasta la parada del colectivo 133.
A las ocho llegue a la imprenta donde trabajaba, salude a Esteban y Nicolás que eran mis compañeros de trabajo y agarra una pila de pliegues de cartón para trabajar.
Mi trabajo consistía en armar bolsas de cartón con esos pliegues. Tenía que unir dos de ellos y luego ir doblándolos, ponerle la base con un carton mas duro y después atarle las manijas.
Eran nueve horas por día doblando cartones parado en el mismo lugar. Teníamos cuarenta minutos para almorzar. Mas que un trabajo era una tortura.
Ese día salí a almorzar con Nicolás, fuimos a una plaza que quedaba cerca de la imprenta, nos compramos unos sándwiches de milanesa y una gaseosa.
Yo prefería ir con Nicolás por que siempre tenía algun porro para fumar después de comer y además hablaba poco.
Comimos, fumamos y volvimos al trabajo a seguir durante otras cuatro horas doblando esos cartones.
En un momento y después de haber estado trabajando un rato largo me senté arriba de una pila de cartones justo cuando paso el supervisor.
Era un tipo de unos cuarenta años y canoso que hablaba siempre con la voz muy alta.
- que pasa Pablo? – me pregunto
- me siento mal
- almorzaste?
- si, creo que me cayo mal lo que comí
- la semana pasada te paso lo mismo dos veces- me dijo y me sorprendió su memoria, pensé que no sabia ni como me llamaba.
- si, no se que será...
- bueno, anda si queres, mañana hablamos.
Agarre mi campera y me fui. Cuando pase por al lado de Nicolás me dijo:
- otra vez el mismo verso hijo de puta- en tono amigable, yo sonreí y salí a la calle.
Era una linda tarde, no hacia mucho frio, el viento era suave y el sol calentaba las veredas. Camine un largo rato y me metí en un bar. Siempre es bueno sentarse en un bar a tomar un café y mirar por la ventana.
Me pedí un cortado con tres medialunas de grasa que tenían gusto húmedo y viejo. El café era bueno.
Por la ventana me quede mirando a un viejo que esperaba el colectivo y tosía continuamente y se limpiaba la nariz con un pañuelo que parecía muy mojado.
En el bar la televisión estaba prendida pero nadie le prestaba atención, un tipo de unos cuarenta años con bigotes y poco pelo discutía con una mujer flaca y de nariz grande sobre uno de sus hijos o al menos eso supuse yo.
- es que vos no lo entendes el te necesita - le decía ella
- yo no lo entiendo? ustedes no me entienden a mi- decía el
Era el eterno problema de todos, el que nadie entiende a nadie ni a nada. En ese momento sentí que la entendía a ella y también lo entendía a el. De todos modos no me importaban.
Llame al mozo para que me cobre y salí de nuevo a la vereda y al sol.
Tome el colectivo y volví a mi casa. Cuando llegue me acosté a dormir un rato y luego me levante a cenar.
Mi papá estaba hablando de un partido de fútbol y mi mamá había cocinado pollo. Comi y me volví a acostar.
Di vueltas en la cama, mire el techo, busque figuras en las manchas de humedad pero no encontré nada. No tenía sueño y mañana iba a ser otro día igual.