Mi soledad recuerda,
desde este rincon,
las noches donde tu risa
era la música que mejor sonaba
en esos hoteles baratos.
Mi soledad bosteza y piensa,
se sienta sobre mi sin mirarme.
Mi soledad tiene los ojos de Zimermman,
la risa atravesada de Artaud
y las largas piernas con las que fantaseaba Bukowski.
A la memoria de mi soledad suelo odiarla,
me trae estos recuerdos
de hoteles y risas,
sin mirarme, respirando pausadamente,
como queriendo nunca despedirse de mi.
sábado, 27 de agosto de 2011
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