viernes, 3 de abril de 2009

Dos preguntas

Fueron solo dos preguntas:
-vos te casarías conmigo?
-No…
-Matias, estas enamorado de mi?
-Creo que no…


Me pidió que me fuera y yo le dije que estaba bien, que me iba. Me vestí y ella se puso una bata color negro. Era muy raro que Eugenia se enoje, es más, creo que nunca la vi enojada, era decepción más que otra cosa.
"tendría que haberle dicho que SI", pensé mientras estábamos en el ascensor. Ella no me miraba. Abrió la puerta de calle, salí y la cerró. Ni adiós, ni beso ni nada.
Estaba amaneciendo. Miércoles, Siete de la mañana, mes de mayo.
Caminé dos cuadras y pensé en volver para pedirle perdón, pero ¿perdón de qué?
Los porteros de los edificios estaban baldeando las veredas. Una panadería estaba abierta y dejaba que se asome el olor a las facturas recién hechas.
Pasó un taxi vacío y lo tomé. Cuando llegue a casa ya era de día. Mi perra me vino a saludar moviendo la cola.
Entre a mi cuarto con esa maldita sensación que deja la derrota. Me metí en la cama y no pude dormirme. Ni ese día ni el siguiente ni el otro.
El tiempo se encargo de que Eugenia se convierta en mi cabeza en la mujer ideal, en la perla que deje escapar.
Hace cuatro años desde la mañana en que Eugenia me pidió que me vistiera y me vaya de su casa y de su vida y sin embargo en noches como esta, donde el whisky me marea mas de lo normal me acuerdo de ella y por un lado se que no es la mujer que yo creo que es, que es otra, que mi imaginación la hizo ser lo que ahora es para mi.
Tengo una carta suya en el ultimo cajón del escritorio y a veces llego a dudar si la escribió ella o algún fantasma que yo inventé para sostener su presencia en mi realidad vacía.

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