viernes, 27 de marzo de 2009


MARATON A NINGN LUGAR

Poesias de Matias Anomiko.
Prologo Vera Land.

Se consigue a $5 por mail a: sueloestarasi@gmail.com


PALABRAS
palabras que se desangran
en mi garganta y mueren
antes de llegar
a ser sonido.

palabras que lastiman
aunque no las oiga.

palabras como armas
de angustia comprimida.

muchas palabras
que necesito
y no encuentro.

nunca es nada,
nunca es siempre
por que siempre
es nunca.

domingo, 22 de marzo de 2009

Un relato mio en revista "Entre Evangelios y Medios Mundos"


Publicaron uno de mis relatos en la revista literaria uruguaya "Entre Evangelios y medios mundos".
Se consigue en su edicion impresa solo en Montevideo. Tambien hay una version digital.


El relato que publicaron es el siguiente:



Me levante y encendí un cigarrillo mientras me asomaba por la ventana. Ella seguía durmiendo. Era un quinto piso y desde la ventana solo se veían otras ventanas. En la mayoría las luces todavía estaban apagadas, el cielo se empezaba a poner rojo y el sol se asomaba tímidamente por los espacios que quedaban entre un edificio y otro.
Cuando termine el cigarrillo me volví a meter en la cama tapándome hasta la cabeza. Me desperté nuevamente y ella ya estaba levantada y se escuchaba el ruido de las tazas y del agua que hervía dentro de la pava. Habían pasado dos horas. El sol ya entraba sin vergüenza a través de las cortinas e eh inundaba todo el cuarto.
Me senté en la cama, me vestí, fui al baño y me senté en una silla al lado de ella. La televisión estaba prendida pero sin sonido. Era domingo, nueve horas, 8 grados de temperatura.
Sirvió el café y lo tomamos casi sin decir nada.
Ella tenía el pelo revuelto y seguí con la ropa que había dormido. Me gustaba mirarla cuando recién se despertaba, tenía los ojos más grandes (al contrario que la mayoría de la gente) y además no tenia ganas de hablar en esos momentos.
El café estaba bueno, me tome dos tazas. Cuando me levante para servirme mas le di un beso en la frente, ella seguía sin decir nada.
- sabes que seria lindo? desayunar en un lugar diferente cada día- le dije
- como?
- si, hoy acá, mañana en Francia, pasado en mar del plata, el miércoles en bogota.
- que estupidez. Yo me conformo con desayunar y punto.
- no se, a mi me gustaría.
No dijo nada más. Se quedo sentada mirando el televisor mudo.

Hacia 2 meses que la conocía y un mes y medio que vivía en su casa. No se por qué. Ella no estaba enamorada de mi ni yo de ella. Estábamos solos, era eso. Ninguno de los dos teníamos siquiera con quien enojarnos por estupideces. Estábamos juntos por espanto y por soledad.
Yo tenía un trabajo de tres horas por día en una imprenta pasando los pedidos de las planillas a la computadora. Ella trabajaba de ayudante de cocina en un restaurante ocho horas por día.
Yo me iba a al mediodía de lunes a vienes y ella se iba a las ocho de la mañana. Entonces a las cinco de la tarde ya estábamos los dos de vuelta.
Traía comida de su trabajo y yo me encargaba de comprar cerveza y gaseosa, en eso se me iban los doce pesos que ganaba por día. Cigarrillos compraba cualquiera de los dos. Ella siempre estaba fumando. La casa era una gran nube. También tenia un gato color gris oscuro, el no nos daba mucha importancia y nosotros tampoco se la dábamos a el. Aunque a veces se me subía encima de las piernas cuando me acostaba a mirar televisión.

Una noche estábamos cenando y escuchando un disco horrible de Donovan que yo le había regalado para el cumpleaños y se puso a llorar. De repente.
- no quiero que sigamos así, estoy cansado - me dijo
- así como?
- así... necesito tiempo, no te estoy haciendo bien, necesitas alguien de tu edad y yo necesito alguien que me entienda.
Ella tenía 32 años y yo 22. La verdad creo que no había mucho de ella para entender pero no se lo dije.
- esta bien, a mi no me parece, pero... - le dije
- perdoname
- esta todo bien.
En realidad nada estaba bien. Me levante y fui al baño, hice pis, me lave la cara y tuve ganas de vomitar pero no lo hice.
Guarde las pocas cosas que tenia en su casa, las metí todas en una mochila.
- llamame, te quiero seguir viendo- me dijo llorando.
Me molestaba un poco que llore.
- si, en la semana hablamos- le dije, me puse la campera y me fui.

Era temprano, algunas personas todavía estaban volviendo de su trabajo. Yo tenía que tomar el tren para ir a la casa de mis padres.
Cruce la plaza y casi toda la peatonal. Los negocios estaban cerrando. Me metí en un bar y me pedí un café cortado. El mozo tenía un delantal blanco, muy blanco y la cara cansada. Apenas me sirvió me cobró por qué "tenían que cerrar la caja". Le pague, tome el café y salí nuevamente hacia la calle.
Había menos gente y hacia más frió que un rato antes. Me puse un gorro de lana y una
bufanda.
Caminé hasta la estación y me senté en un banco a esperar el tren. Prendí un cigarrillo y espere. Un tipo sentado en el anden de enfrente me miraba y yo lo miraba a el. Largue el humo por la nariz y seguí esperando.

jueves, 12 de marzo de 2009

Dejar de no dejar

que el rumbo me pierda a mi
y no al reves,
que salga mi sol
y no el del cielo,
que los recuerdos dejen
de hacer sus casas en mi mente,
que mis ojos dejen
de estar en mi espalda,
que la noche sea día,
que los perros no hablen nunca
,que los niños sean siempre niños,
que la tristeza se borre con lluvia
y que la lluvia no sea tan triste,}
que las esperas terminen pronto,
que su nombre deje de serla tumba de mi amor,
que el mar limpie mis manos,
que los deseos dejen de serlo,
que la verdad nuncase bañe de realidad,
que vos,
esos pocos y yo
siempre sepamos
el sinsentido de las cosas.

miércoles, 4 de marzo de 2009

MARATON A NINGU LUGAR

MARATON A NINGN LUGAR
Poesias de Matias Anomiko.
Prologo Vera Land.

Se consigue a $5 por mail a: sueloestarasi@gmail.com

martes, 27 de enero de 2009

Capitulo 27

Miré el reloj y eran las tres de la mañana. Lucia se había quedado dormida. La observe un rato largo. Tenía el pelo mucho mas largo que antes. La desperté y fuimos a su cama para poder dormir más cómodos. Me acosté, ella apoyó su cabeza sobre mi pecho y siguió durmiendo.

Otra vez me invadió ese perfume de ángel quebrado que tenía en su pelo. Miré todo varias veces y sonreí sin un por qué. Al rato logré dormirme.

Cuando me desperté Lucia había preparado mate y comprado facturas. Se movía sin hacer ruido por los lugares como un fantasma.
Desayunamos mientras yo la miraba esperando volver a ver una de esas sonrisas que un tiempo atrás se le caían de la boca. Pero no, ya no estaban mas. Se las había olvidado en Córdoba o se habían muerto. No lo sabía.
Después de desayunar bajó a abrirme la puerta. Nos abrazamos y nos besamos y creo que ella también tuvo esa sensación de que era la última vez.
Nos despedimos con un “nos vemos” pero yo no había vuelto a ver a Lucia. Me encontré con su fantasma, con su tristeza mas pura y con un montón de disculpas que no me correspondían. Quizás suena egoísta de mi parte, pero es lo que sentí.

Caminé por Avenida Sarmiento y me senté detrás del Planetario. Saqué un cigarrillo y lo encendí mientras miraba un pato blanco y enorme en el lago.
Largué el humo por la nariz y traté de pensar en qué iba a hacer con mi vida en el futuro más próximo. No encontré ninguna respuesta y el cigarrillo se me terminó.
El pato seguía nadando de un lado para el otro del lago. Cada tanto me miraba. ¿Qué pensaría ese pato de mi?.

Me recosté sobre el pasto húmedo y mire las nubes, sus formas, sus blancos, sus grises. Pensé en mis padres cada vez mas viejos, en Mariela que quizás seguía esperando tener noticias mías, en Lucia, en la anterior y la de ahora. Encendí otro cigarrillo y tuve ganas de dejar de ser Pablo Gomez al menos por un rato.

domingo, 25 de enero de 2009

Capitulo 26

Cuando bajé del colectivo caminé esas pocas cuadras que me separaban de la casa de Lucia lento. Miraba el piso y a la gente. Me daba intriga saber a donde iban todos ellos y quería contarle a cualquiera a donde iba yo. Seguí caminando y llegué, toque el timbre y Lucia dijo que bajaba enseguida.

Eran las diez y diez de una noche despejada cuando Lucia abrió la puerta de su casa. Tuve esa maldita sensación de que ya no era ella. Sus ojos ya no eran tristes y hermosos como antes sino que ahora estaban muertos. Fue muy extraño
- querido…- me dijo abrazándome en el ascensor.

Cuando entramos a su departamento y olí ese perfume en el aire, escuché una canción de Melero en la radio y me abrazo la ilusión de que el tiempo no había pasado pero cuando volví a mirarla me di cuenta que si.
Esa sonrisa que yo tanto deseaba besar ahora era una mueca de poca gracia.

Nos sentamos en el sillón donde nos besamos la primera vez y nos quedamos en silencio, fumando y cada uno pensando en qué decir.
Yo movía el pie derecho continuamente como si estuviera tocando el pedal de una batería. Lucia me frotaba su mano en mi espalda pero no decía nada. Finalmente habló:
- perdoname por todo Pablo, tenía miedo.
- No me pidas perdón por nada, hiciste lo que pudiste
- Es que pareciera como que hice todo para hacerte mal a vos
- No, no parece.- yo seguía moviendo el pie y a ella la voz se le cortaba.

Ella se recostó y puso su cabeza sobre mis piernas. Yo no podía mirarla sin tener deseos de llorar.
Le conté que había estado viviendo en Mar del Plata y le hablé de Mariela.
- llamala, debe estar esperando saber de vos- me dijo
- no, no puedo. No tengo nada que decirle.
- Entiendo…

Prendí otro cigarrillo. Lucia seguía recostada de la misma forma. Melero seguía cantando en la radio.
- te pudiste enamorar de ella?- me pregunto
- no.
- Ah. Igual a mi podes decirme la verdad
- Es la verdad y lo sabes.

No se cuanto tiempo estuvimos en eses sillón. En un momento me levanté y fui al baño. Me mojé la cara y me miré en el espejo. No me gustó lo que vi.

Volví al comedor y Lucia seguía acostada en el sillón. Estaba llorando. Me senté en el suelo al lado del sillón y la besé en la frente. Me abrazó y me pedía perdón. Yo sentía ganas de salir corriendo por un lado y por otro quería quedarme abrazado a ella para siempre.

miércoles, 21 de enero de 2009

Capitulo 25

Hice ese trabajo con Javier dos fines de semana seguidos. Después no fui más. Seguía viviendo con mis padres y gastaba mis horas durmiendo o leyendo poesías de Alejandra Pizarnik. Una frase de ella se había pegado en mi mente como una calcomanía: “Partió de mi un barco llevándome”. Esa frase venía a mis pensamientos una y otra vez durante las noches. Yo dormía poco, muchas noches las pasaba sentado en el patio mirando el cielo negro con mi perro al lado.
Fue la mañana del tres de abril. Me levanté y mientras desayunaba mirando el noticiero con mi mamá me llego un mensaje de Lucia al teléfono:
- VOLVI A BS AS. PODEMOS VERNOS?
Lo que había estado esperando meses estaba pasando y me sentía raro. No sabía si quería verla. No sabía que iba a decirme ni que iba a decirle yo. Le respondí:
- SI PODEMOS. CUANDO? A QUE HORA?
Me respondió rápido:
- HOY. A LA NOCHE PODES VENIR A CASA?
El corazón me latía fuerte. Estaba ansioso.
- SI. A LAS 10 VOY. BESO.
El día se me hizo interminable. Traté de dormir la siesta pero no pude. Me fumé un atado entero de cigarrillos mientras se me mezclaban los recuerdos de Lucia, la espera, Mariela y la frase de Pzarnik.
Me bañé, me puse un pantalón negro de jean, una remera verde oscura y un saco de lana marrón, me afeité y me fui a tomar el colectivo doce hasta Palermo. Era una sensación extraña entre nostalgia, nervios y tristeza