martes, 27 de enero de 2009

Capitulo 27

Miré el reloj y eran las tres de la mañana. Lucia se había quedado dormida. La observe un rato largo. Tenía el pelo mucho mas largo que antes. La desperté y fuimos a su cama para poder dormir más cómodos. Me acosté, ella apoyó su cabeza sobre mi pecho y siguió durmiendo.

Otra vez me invadió ese perfume de ángel quebrado que tenía en su pelo. Miré todo varias veces y sonreí sin un por qué. Al rato logré dormirme.

Cuando me desperté Lucia había preparado mate y comprado facturas. Se movía sin hacer ruido por los lugares como un fantasma.
Desayunamos mientras yo la miraba esperando volver a ver una de esas sonrisas que un tiempo atrás se le caían de la boca. Pero no, ya no estaban mas. Se las había olvidado en Córdoba o se habían muerto. No lo sabía.
Después de desayunar bajó a abrirme la puerta. Nos abrazamos y nos besamos y creo que ella también tuvo esa sensación de que era la última vez.
Nos despedimos con un “nos vemos” pero yo no había vuelto a ver a Lucia. Me encontré con su fantasma, con su tristeza mas pura y con un montón de disculpas que no me correspondían. Quizás suena egoísta de mi parte, pero es lo que sentí.

Caminé por Avenida Sarmiento y me senté detrás del Planetario. Saqué un cigarrillo y lo encendí mientras miraba un pato blanco y enorme en el lago.
Largué el humo por la nariz y traté de pensar en qué iba a hacer con mi vida en el futuro más próximo. No encontré ninguna respuesta y el cigarrillo se me terminó.
El pato seguía nadando de un lado para el otro del lago. Cada tanto me miraba. ¿Qué pensaría ese pato de mi?.

Me recosté sobre el pasto húmedo y mire las nubes, sus formas, sus blancos, sus grises. Pensé en mis padres cada vez mas viejos, en Mariela que quizás seguía esperando tener noticias mías, en Lucia, en la anterior y la de ahora. Encendí otro cigarrillo y tuve ganas de dejar de ser Pablo Gomez al menos por un rato.

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