domingo, 25 de enero de 2009

Capitulo 26

Cuando bajé del colectivo caminé esas pocas cuadras que me separaban de la casa de Lucia lento. Miraba el piso y a la gente. Me daba intriga saber a donde iban todos ellos y quería contarle a cualquiera a donde iba yo. Seguí caminando y llegué, toque el timbre y Lucia dijo que bajaba enseguida.

Eran las diez y diez de una noche despejada cuando Lucia abrió la puerta de su casa. Tuve esa maldita sensación de que ya no era ella. Sus ojos ya no eran tristes y hermosos como antes sino que ahora estaban muertos. Fue muy extraño
- querido…- me dijo abrazándome en el ascensor.

Cuando entramos a su departamento y olí ese perfume en el aire, escuché una canción de Melero en la radio y me abrazo la ilusión de que el tiempo no había pasado pero cuando volví a mirarla me di cuenta que si.
Esa sonrisa que yo tanto deseaba besar ahora era una mueca de poca gracia.

Nos sentamos en el sillón donde nos besamos la primera vez y nos quedamos en silencio, fumando y cada uno pensando en qué decir.
Yo movía el pie derecho continuamente como si estuviera tocando el pedal de una batería. Lucia me frotaba su mano en mi espalda pero no decía nada. Finalmente habló:
- perdoname por todo Pablo, tenía miedo.
- No me pidas perdón por nada, hiciste lo que pudiste
- Es que pareciera como que hice todo para hacerte mal a vos
- No, no parece.- yo seguía moviendo el pie y a ella la voz se le cortaba.

Ella se recostó y puso su cabeza sobre mis piernas. Yo no podía mirarla sin tener deseos de llorar.
Le conté que había estado viviendo en Mar del Plata y le hablé de Mariela.
- llamala, debe estar esperando saber de vos- me dijo
- no, no puedo. No tengo nada que decirle.
- Entiendo…

Prendí otro cigarrillo. Lucia seguía recostada de la misma forma. Melero seguía cantando en la radio.
- te pudiste enamorar de ella?- me pregunto
- no.
- Ah. Igual a mi podes decirme la verdad
- Es la verdad y lo sabes.

No se cuanto tiempo estuvimos en eses sillón. En un momento me levanté y fui al baño. Me mojé la cara y me miré en el espejo. No me gustó lo que vi.

Volví al comedor y Lucia seguía acostada en el sillón. Estaba llorando. Me senté en el suelo al lado del sillón y la besé en la frente. Me abrazó y me pedía perdón. Yo sentía ganas de salir corriendo por un lado y por otro quería quedarme abrazado a ella para siempre.

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