lunes, 5 de enero de 2009

Capitulo 20

Algo que me molestaba de Mariela era que se llevara mi ropa para lavar. Yo no quería. Nunca encontraba nada y cuando le preguntaba si había visto un pantalón o una remera o lo que fuera me respondía :
- esta en casa secándose.

Yo estaba triste, cansado, me sentía perdido en medio de estas personas que de un día para el otro eran “mi familia” y sobre todo me entristecía tener a Mariela todo el tiempo cerca mío. Yo seguía pensando en Lucia. Me preocupaba no tener noticias suyas. Seguía mandándole mails que nunca eran respondidos.

En esa época empecé a ir asiduamente al casino. La mayoría de las veces perdía, pero jugaba poco, no mas de cincuenta o setenta pesos. Una tarde fuimos con Mariela antes de ir cada uno a su trabajo. A ella le gustaba jugar a las maquinas traga monedas y a mi me gustaba la ruleta. Ese día mi táctica fue jugar a color. Elegía dos veces el negro, dos veces el rojo y así sucesivamente. Tuve una racha de dieciséis aciertos seguidos. Gane algo mas de mil pesos.
Me guarde la plata en el bolsillo, acompañe a Mariela a su trabajo y yo me fui al restaurante. Trabajé y cuando salí a las cuatro de la mañana me pasó a buscar y volvimos al casino. Ella jugó de nuevo con las maquinas traga monedas y yo me dedique a pasear por las mesas y a tomar un whisky que salía treinta pesos la medida. No recuerdo cuantos me tomé. Empecé a sentirme mal y salí a uno de los balcones del casino. Un tipo de seguridad me miraba raro. Vomité en una de las masetas que decoran el lugar y me senté en el piso. Tenía frió y estaba sudando. La llamé a Mariela a su celular y le dije que vaya para el balcón.
- qué te pasa pablo? – me dijo mientras sostenía un vaso de plástico lleno de monedas.
- Me siento muy mal.
- Que tomaste?
- Nada, me habrá bajado la presión.
- No te creo, sos un tarado.
- Dale Mari, dame la mano y salgamos.
Me ayudo a levantarme y salimos. Antes pasó a cambiar las monedas. Nos sentamos en la plaza que esta frente al casino. Yo seguía sintiéndome mal. Mariela estaba enojada.
- sos un tarado, no se para qué tomas tanto- me dijo esto unas cincuenta veces mas o menos mientras yo sentía que su voz se convertía de a poco en un zumbido sin sentido.

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